Querido lector, siempre es un gusto tenerte de vuelta. Hoy tengo para ti una historia que te llenará de temores, pero no como aquellos que desaparecen después de un buen sueño, no. Estos temores invadiran tu cabeza siempre porque, a diferencia de otras historias estos son reales y podrían pasarte a ti.
Imagínate en la siguiente situación:
Suena la alarma. Pasillo siete, piso tres. Ese de las operaciones fáciles, de las que se sale pronto y bien cosido. Desde hace tiempo que te duele y te han dicho que era una infección cualquiera. «Con antibióticos sale», te dijeron. Les diste cinco estrellas en su página de opiniones. Duele. Afuera viene la recuperación, el «en una semana todo estará como antes». Nada más falso. Renovación.
Esta situación es ridícula. Eres ridículo, no puedes ni moverte. ¿Eres ridículo? De buenas a primeras al menos te sientes ridículo. «Una operación simple», dicen, pero va lento. Estás molesto porque todo lo que te dicen no es como lo dicen, son palabras medio huecas, pero también lo tomas con humor. Sabes que nada será como si nada en una semana, que no es sólo un piquetito el de la aguja, que no es blanda la dieta, sino aburrida y, sobre todo, que no les importa lo que les cuentes mientras te operan, sino que te relajes para manejarte como carne casi muerta.
Entonces en plena recuperación lo decides: harás un glosario de terminología médica.
Lo escribes.
Aquí está.
Y aún te duele la operación.